Ni una pandemia mundial puede detener los planes de comunicación y marketing de la mayoría de empresas con presencia en internet. Pero, sin duda, sí que ha alterado los planes, ha obligado a replantearse estrategias y ha cambiado el papel de muchos de los agentes que intervienen en este ecosistema. Es el caso de influencers y coronavirus, un binomio que ha supuesto una evolución en una industria, la del marketing de influencia, que durante los últimos años no ha dejado de crecer.
Los influencers y el coronavirus han estado estrechamente unidos durante estos últimos meses. Muchos han sido fuentes de información, de concienciación o de puro entretenimiento y distracción; algunos han sido empleados por instituciones para campañas sobre la pandemia, otros han apoyado desinteresadamente proyectos solidarios y algunos han prestado su imagen para que las marcas siguieran a flote. Una relación fructífera y no ajena a la situación.
Influencers y coronavirus, una herramienta útil
La comunicación durante la pandemia ha sido la única manera de muchas empresas de seguir en la retina y la memoria de su público potencial. Con la gente en casa, sin posibilidad de salir a restaurantes o tiendas, ni de consumir productos o servicios que no fueran de estricta primera necesidad, comunicar a través de influencers ha sido, para las empresas que todavía podían permitírselo, una vía de escape.
Grandes perfiles como el de Dulceida han servido, además, al bien común. Al inicio del confinamiento, la famosa influencer se alió con el Ministerio de Sanidad para ayudar a concienciar de la importancia de quedarse en casa; la mundialmente conocida Chiarra Ferragni lanzó su propia campaña de recogida de fondos para personas afectadas; la española Madame de Rosa aparcó sus contenidos y volvió a su antiguo puesto como enfermera en el Hospital de la Paz.
Nadie ha sido invulnerable a la pandemia
Ni siquiera los grandes perfiles con millones de seguidores y un volumen de colaboraciones -y facturación- inmenso han sido ajenos a la situación. Antes de terminar el mes de marzo, cuando la pandemia no había hecho más que empezar, los grandes influencers ya habían perdido un 23% de sus ingresos, casi la cuarta parte, según datos de un estudio elaborado por Influencity. Y eso que, por esas fechas, lo peor estaba casi por llegar. Los datos recogidos hablan solos: un 80% de las campañas con influencers fueron aplazadas, paralizadas o directamente suspendidas.
La posibilidad del teletrabajo, que ha permitido mantener la actividad a infinidad de empresas y personas, ha sido por supuesto aprovechada por los influencers. En este mercado se puede trabajar con un teléfono móvil y desde cualquier lugar del mundo con algo tan simple como una conexión a internet por lo que, aunque el volumen de trabajo haya caído -drásticamente en algunos casos-, muchos han decidido tomar la iniciativa y, a falta de colaboraciones pagadas, dar un nuevo enfoque a su contenido.
Aunque los ingresos se detuvieran, la oportunidad era de oro: millones de personas encerradas en casa con las redes sociales como gran elemento de distracción y muchas más horas al día frente a la pantalla. Limitar la publicación de contenido a las colaboraciones pagadas habría supuesto un error inmenso y una oportunidad perdida: la de fidelizar a la comunidad en el momento en el que el contenido podía tener un gran valor, el de entretener y acompañar en los malos momentos.
¿Y ahora qué?
Llegada la nueva normalidad a la sociedad, también es el momento de buscar la nueva realidad del marketing de influencia. Hay una industria que, por encima de todos, va a vivir esta pandemia de forma más prolongada: el turismo. Con los viajes internacionales reducidos a la mínima expresión, influencers y bloggers que viven de recorrer el mundo de la mano de marcas y empresas tendrán que buscar un nuevo nicho, aunque será difícil recuperar su nivel de engagement mientras le den a su público un contenido que no es por el que son seguidos.
Ante este nuevo escenario, todavía incierto tanto para unos como para otros, influencers y coronavirus acabarán por separar sus caminos, aunque la nueva realidad no sea igual que la que conocíamos. Vuelve la perspectiva de una crisis pero, con ella, también la oportunidad de buscar la manera de mantener la actividad, esquivando obstáculos viejos y nuevos, y sobre todo la de encontrar un sustento equilibrado y a prueba de futuros rebrotes.